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Una mirada íntima sobre el control y la memoria

Guadalupe Acevedo: “La película se volvió una gran reflexión para mí, sobre la violencia y sobre las formas de hacer cine”

La realizadora misionera Guadalupe Acevedo acaba de rodar un teaser de su primer largometraje documental, “La forma de las reglas”. El proyecto, que recibió el apoyo del Instituto de Artes Audiovisuales de Misiones (IAAviM) y fue ganador del IV Mercado Audiovisual Entre Fronteras (MAEF), propone una exploración personal y crítica sobre la vigilancia, la violencia institucional y las formas de representación. En esta entrevista, Acevedo repasa el origen del proyecto, las decisiones estéticas tomadas en el teaser y el valor del acompañamiento institucional en un proceso creativo extenso y desafiante.

El punto de partida de La forma de las reglas es profundamente personal, con una mirada que conecta lo íntimo con temas estructurales como la vigilancia y la violencia institucional. ¿Qué te impulsó a desarrollar este proyecto documental y cómo fue tomando forma esa necesidad de contar esta historia desde tu propia experiencia?

—Creo que han sido distintas cosas las que me impulsaron y que me siguen impulsando, porque ha sido un trayecto muy largo desde ese primer impulso que tuve en 2021, cuando esto empezó a gestarse. Ese primer impulso fue haber recibido de primera mano un material muy valioso: el expediente del caso Dorneles. Me encontré con una historia que no era para nada conocida, que no estaba investigada y que contenía datos muy importantes. Me pareció que tenía una gran relevancia desde muchas aristas. Desde la primera vez que leí el expediente, que llegó a mí gracias a Sergio Alvez, sentí su valor. A partir de ahí, acompañé también el proceso de investigación periodística que hizo Sergio, y fue tomar conciencia de que estaba frente a una historia muy potente, importante y valiosa, no solamente para la comunidad misionera, sino también para la sociedad argentina en su conjunto.

El caso de Manuel Dorneles, ocurrido en la localidad misionera de 25 de Mayo en 1977, marcó un hito judicial en el país. Dorneles, un trabajador rural de origen brasileño, fue detenido y torturado hasta la muerte por efectivos de la comisaría local. La enfermera del pueblo, testigo del hecho, se atrevió a romper el silencio, lo que permitió una investigación que culminó con la condena a prisión efectiva de los responsables. Fue la primera vez en la historia argentina que se dictó una sentencia por violencia institucional.

—Relacionada con esa experiencia, fue tomando forma también el enfoque en primera persona. Al principio, cuando llegó el expediente, y a lo largo del tiempo, en los momentos en que acompañé la investigación periodística y en el camino de encontrar un poco la película, porque el guion -si bien está basado en el libro-, se desprende de él, en vez de ser una adaptación cinematográfica de un libro. Y esto surgió de una pregunta clave que guía toda la esencia del documental: ¿cómo cuento yo una historia de violencia institucional?

—Esa fue una de las primeras preguntas que me surgieron: al leer el expediente, al acompañar la investigación, al sentarme a escribir. Me pregunté desde qué lugar podía contar esto y estar realmente conectada a la historia desde un lugar íntegro. Pensé mucho en la forma de hacer cine, en dónde colocar la cámara para contar este tipo de historias.

—Ahí surgió otra pregunta: ¿cómo se filma una comisaría? ¿Desde qué tipo de planos se construye la violencia policial, la violencia institucional? Siempre estuve muy inspirada por ciertos documentales que narran el horror, como Noche y Niebla, de Alain Resnais. Para mí, era muy importante pensar una película desde un lugar que no perpetuara la violencia formal o narrativa al hablar de un caso de violencia policial.

—Con el tiempo, y con el desarrollo del proyecto, esa pregunta fue ganando más peso. Se extendió a cómo contar historias sobre violencia en contextos violentos, donde se reivindican discursos de odio, se exalta el punitivismo, y se promueve la idea de que mayor control equivale a mayor seguridad. La reivindicación de discursos de extrema derecha también tuvo que ver con esto.

—Entonces, ¿cómo se cuentan hoy estas historias sin caer en la reivindicación de la violencia y sin construir imágenes que sean violentas sin darnos cuenta? Ese fue el impulso inicial, y también lo que sostuvo el proyecto. Luego me llevó a definir el punto de vista, que es también el mío. La película se volvió una gran reflexión para mí sobre la violencia y sobre las formas de hacer cine.

Hace pocos días concretaste una primera filmación para un teaser del proyecto. ¿Qué aspectos quisiste capturar en esa instancia inicial y cómo se refleja allí la propuesta estética y narrativa que proyectás para el largometraje?

—Para hacer el teaser partí de la idea de sintetizar la esencia de la película en pocos planos y en poco tiempo. Quería encontrar una estructura que también sirviera para seguir haciendo crecer la carpeta y el dossier de la película, con el fin de continuar buscando financiación y contar con un material más concreto que acompañe el pitch para dar cuenta también de cuál es la propuesta estética y el eje narrativo de la película. 

—En el teaser decidí incluir la voz en off —mi voz en off, que guía toda la película—. También quise crear una atmósfera sonora; la construcción del sonido es muy importante. Trabajé con dos fuentes de imagen: la cámara de cine y las cámaras de seguridad. La voz en off narra una parte del expediente del caso Dorneles, que es un motivo clave en la película. Todo está pensado para que quede claro que esta es una película con un punto de vista muy claro: el mío.

—Partiendo de esa idea, y de una escena que ya tenía escrita en el guion, armé este teaser para que pudiera resolverse con una cantidad determinada de planos y en un tiempo breve. Busqué que funcionara como un material que siga haciendo crecer la película y que, al momento de pitchearla, se complemente bien con la presentación. Me interesa que el público entienda que la búsqueda del documental es una búsqueda de autor y una búsqueda experimental también en cuanto al montaje como el sonido y el formato.

Tu pitch fue ganador en el IV MAEF y también el proyecto participó de diversas instancias de tutorías impulsadas por la Gerencia de Capacitación e Investigación del IAAviM. ¿Qué importancia tiene este respaldo en un momento tan clave como el inicio del camino hacia la realización?

—Creo que para hablar de la importancia del premio del MAEF y del camino de las tutorías del IAAviM es necesario remontarse a los inicios del proyecto. Lo que ocurrió con el MAEF está directamente relacionado con muchos años de acompañamiento en distintas instancias.

—Ese acompañamiento por parte del IAAviM no se limitó solo al contenido de una tutoría o seminario, ni a los aspectos técnicos del proyecto, sino también a cómo estas instancias me conectaron con otras personas del sector, que fueron muy importantes para el desarrollo de la película.

—El proyecto tiene un recorrido largo, desde 2021, cuando lo presenté por primera vez al IAAviM, en una convocatoria para la investigación y escritura de guiones de documentales. En ese momento, el proyecto fue seleccionado como suplente y recibió una mención especial. A partir de ahí, y en diferentes momentos, el acompañamiento fue clave no solo para avanzar, sino para sostener el proyecto en el tiempo.

—Las películas, especialmente las independientes, son procesos muy largos, de muchos años, y buena parte de ese recorrido es muy solitario. A mí me tomó mucho tiempo llegar a la esencia y al corazón de la película, y entender qué quería contar y desde qué lugar hacerlo.

—Cada tutoría, cada acompañamiento habilitó nuevos espacios y nuevos desafíos para seguir encontrando la película. En una de las primeras instancias tuve tutorías con Mónica Amarilla, a quien conocí en ese espacio. Ella vio el proyecto desde sus inicios, cuando todavía tenía otro nombre, y hoy es una persona muy importante que me ha acompañado en todo este camino.

—Después participé en un seminario con Lucrecia Mastrangelo y Ana Zanotti. A partir de esa experiencia, me presenté a la vía digital del INCAA para el subsidio de desarrollo, que obtuve, y eso me permitió seguir desarrollando y encontrando la película.

—Ese proceso tuvo un nuevo impulso con el Mercado Audiovisual Entre Fronteras (MAEF), que marcó un momento importante en la línea de tiempo del proyecto, pero que también habilitó nuevas etapas. El apoyo del IAAviM es clave en esos momentos iniciales, cuando los proyectos todavía están en proceso de descubrirse y es difícil sostenerlos.

—Por eso, destaco no solo el impacto académico o formal de un seminario o una tutoría, sino también cómo esos espacios nos conectan con otras personas del sector y contribuyen al crecimiento de la producción en la región.

—Gracias a todas esas instancias, incluso al MAEF, me conecté con muchas personas dentro del sector que hoy forman parte de mi equipo técnico, de mi mesa chica en el mundo de la película.

—Definitivamente, para mí es algo muy importante. Fue, es y creo que seguirá siendo así. Es un proceso que se retroalimenta. Me da mucha alegría poder materializar esta historia y devolver, de alguna manera, todo lo que recibí.


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